La primera vez que uno va a la punta es muy fuerte, increíííble, tremendo, impresionante, los adolescentes dicen que «mola mucho».
Llegamos al fin del mundo, para eso es una península. ¡Y allí, vaya sorpresa!
¡Menuda vista a 180° hacia la Dune du Pilat, el Banc d’Arguin, los pasos del Bassin y el Atlántico!
La segunda vez, la emoción sigue siendo igual de fuerte.
La punta provoca adicción por su carácter imprevisible. Durante las tormentas de buen tiempo con mar tranquila y viento nulo, la playa incita al farniente y las olas atraen a los niños felicísimos de revolcarse en la espuma.
Pero si el viento se intensifica y el mar se pone hostil, entonces las olas rompen en la playa.
El baño se reserva entonces a los buenos nadadores, a los skimboarders y todo el mundo entiende que aquí siempre gana el océano.
La mejor manera de quedarse boquiabierto es llegar a pie por el Abécédaire des dunes (Abecedario de las dunas), que bordea la playa.
Si no, diríjase en bicicleta hasta la Pointe y apárquela al borde de la playa.
O vaya en coche y aparque en las plazas de aparcamiento propuestas.
Uno de los mejores momentos, por la noche con un pícnic a la orilla del mar.
La punta es espectacular, según la hora es posible gozar de vistas y luces diferentes, para hacer sus más bellas fotos.
No hay que prever nada, la vista que verá usted no tiene precio.